Interpretaciones fenomenológicas de la Fenomenología
del espíritu
Estas lecciones, muy interesantes, de Eugene Fink, significan la
primera incursión que hago al pensamiento de Hegel y, a la vez, a Fink, por lo que, intentando plasmar
lo que me ha dejado el libro, quisiera compartir las anotaciones que fui realizando.
Primer momento. El sí mismo es pensado como el sí mismo de las cosas y del sujeto, se
pertenecen mutuamente, cuando los conceptos son empleados como modos en los que
el sí mismo los gobierna, se dirigen fundamentalmente en todas las cosas, todo
lo que es cae bajo estos conceptos fundamentales. Lo necesario y lo libre, sin
fijarlo, la respuesta, como el problema original, ha de ser el del
saber, esto es complicado de asimilar, sin ser algo epistemológico, lo que importa
es el saber en cuanto calidad de saber, o sea, la ontología de Hegel es un
movimiento sobre el saber, o más bien, el enigma del saber. En el saber acontece
la verdad, y pertenece al ser mismo, es
decir, el ser verdadero es algo tan contingente como la verdad que hacemos en
la que somos acogidos, aunque, la sentencia designa una problemática de índole aristotélica.
La claridad acontece como ser. El ser que se ilumina a sí mismo, algo así como
que el comportamiento pensante es el ser mismo. Ser y pensar están en tensión
mutua, es un sí mismo que atraviesa los siglos en el pensamiento de intelectuales como
Leibniz, Kant, en fin, el pensar y el ser no es que estén juntos espacial o
vividamente, en todas las formas de estar juntos es más bien una vecindad que a la
vez significa separación, un vínculo común que los diferencia, cosas que están una
frente a la otra, ser significa ser objeto de un posible saber. El saber es una
relación del ser. El hombre es el lugar del acontecimiento del saber, si esto
es así, habría que pensarlo en la problemática del modo que el ente lo sabe,
pero, dicho esto, el rango del ser del saber depende de lo sabido, un saber que
aparece, un saber relativo, es decir, intentar pensar el saber respecto a lo
sabido. Un acontecimiento que es, que apunta en la pregunta ontológica fundamental
del saber en la existencia humana, en el cómo de universal es el saber,
mediante su manifestarse, tomado de modo especulativo, entonces, en un momento,
tenemos, la manera en la que un ser se relaciona a un ente que se relaciona a
sí mismo. Siempre hay un saber de un ajeno, en el fenómeno del saber se perfila
la movilidad ontológica universal, el movimiento del ser, el ser se mueve en la
conciencia del ente. El proceder de Hegel a primera vista parece tomar su punto
de partida en el hombre que lleva a cabo el saber, en la metafísica del saber
se esconde el propio desarrollo del logos y del aletheia. El ser sabido es el
modo de ser para el otro. El saber es para Hegel donde comienza el transito de
todo ser, un modo oscuro, opaco, necesario, en la clausurada quietud de la
claridad del vinculo que los une. El saber es la representación que pone al
ente como un objeto. La relación de una cosa con el hombre que conoce, el
exponerse expresa la presencia de la cosa en el ámbito del hombre, exponerse en
el lugar del saber, en la morada del logos, exponer más que representarse, según
Hegel, dicho por Fink, las cosas rodean al hombre, el ente se expone, el hombre
se representa algo, una cosa se muestra con su apariencia, su figura, su contorno,
algunas veces esto es engañoso, puede velar y ocultar, la apariencia puede
retener la esencia, y solo muestra lo inesencial,
lo interior y exterior es ambiguo. La fachada de la apariencia hace que el
hombre pare en el error, lo que lo asedia, no es la esencia, es el aspecto que
lo mantiene en un saber relativo a la apariencia, es decir, en la concepción de
Hegel, la exposición del ente cautiva, es la dimensión de la apariencia. Las acciones
de conocimiento es lo que trae el saber. Un acontecimiento de alguna forma
natural, el modo de ser de la existencia humana, es sentir y percibir,
entender, en la medida que el objeto es sin importar que sea sabido o no, dicho
de otra forma, todo ser en el ente es ser sabido, el protoacontecimiento, la historia fundamental de todo acontecer. El
ente es sustancia. Todo lo intramundano es un sí mismo. Todas las cosas son portadoras de
propiedades, son lo que permanece en la alteración.
Segundo momento. La aisthesis
tiene por contenido el aistheton, el
conocimiento sensible, la certeza sensible es un saber del ser, y sin embargo
su verdad es pobre y abstracta, una pobreza ontológica, y solo dice lo que ha
captado, piensa solamente el ser simple, inmediato. El saber singular del yo
singular de una cosa singular. Este puro ser, es un ser de ente, lo puesto en
marcha es algo que deviene un esto, algo
múltiple como lo brumoso, lo captado en la certeza sensible es dada a captar algo
brumoso, está en sí misma en juego, adventicio y accidental de lo que la
conciencia sensible entiende, solo sabe de lo singular, le es ajeno lo
universal. La relación del yo y el objeto es simple. La cosa es conocida en
cuanto mediada a través del yo y el yo es saber en cuanto conoce la cosa. Lo
captable de la certeza sensible encuentra el ahora y el aquí del esto. La pregunta por el esto se plantea sobre el qué es el ahora y qué es el aquí. Aquello que el ahora
es a modo de ejemplo pasa, pero el ahora
permanece en cuanto se aparta de lo actual, el ahora es el no esto, constantemente niega lo actual, es día y noche
y es no día y no noche, se mantiene en la medida que niega sus contenidos.
Lo universal es lo que permanece en el esto, es la verdad de
la certeza sensible, dice Fink, respecto a lo que piensa Hegel, pues, en el
curso del pensar, lo singular es, acaso, en realidad, lo universal. Lo
individual en cuanto especie. Cada cosa singular esta singularizada en un modo
universal en la medida en el que esto
que cambia, el ahora que permanece en el cambio, la universalidad del ahora es
temporal, el tiempo y el espacio son las formas del singular en la medida en
que se despliega en el tiempo, el ahora en la certeza sensible se encuentra en
la singularidad del objeto sensible, el examen es la dialéctica, entonces, el
lenguaje trata el esto como algo
universal, es inefable en su unicidad, según parece, el lenguaje es insuficiente
de lo que viene supuesto en el captar sensible, en palabras de Fink, dice
Hegel, el lenguaje es un ingrediente advenedizo de la percepción pues lo
pensamientos son pensamientos lingüísticos. El yo que capta se convierte en el
principio de la individualidad.
Tercer momento. El pensar está sin desplegar (un-entwickelt)
en el oír y el ver. A la mayor riqueza del ser concebido le corresponde la
mayor autocomprensión del pensar. El saber absoluto es lo buscado, cada
saber del ente es saber del ser. Pensamos el ser sin pensar, lo pensamos con
los pensamientos más pobres y abstractos. Un presentimiento es lo que impulso y
nos fuerza a pensare n serio lo que es el ser. La comprensión del ser , en un
dialogo del alma consigo misma, en la dialéctica, supone, en lo sensible, un
juego antagónico de tesis. El ahora y el aquí son algo universal. La propiedad
es la superación y anulación del esto.
El esto queda negado y sin embargo,
al mismo tiempo, superado y anulado. La cosa es algo simple que en sí mismo es
una multiplicidad. Es una y múltiple a la vez. Y el ser una y el ser múltiple
no se encuentran lo uno junto a lo otro. Es una cosa, en la medida en que tiene
múltiples propiedades. “Hegel viene a hablar sobre otro carácter
fundamental de la cosa, lo uno. La unidad se sitúa frente a la universalidad.
Esta contraposición es un problema de inescrutable profundidad. Atraviesa la
historia de la metafísica, ha sido abordado por un trabajo de pensamiento de
más de dos mil años y aun así sigue siendo un enigma. Se trata de la diferencia
ontológica de essentia y existentia, del qué-es y
el que-es”.
Cuarto momento. La reflexión en sí, el ser arrojado de vuelta
sobre sí mismo, es algo que asume el saber como parte suya. El pensar
dialéctico se demuestra a partir de un pathos muy diferente el
que se ha dicho en contra de la revolución del modo de pensar tal como acontece
en el filosofar, siendo importante transformar al mundo. Fink argumenta que cuando
decimos de alguien que vive enteramente para sí mismo y por sí mismo (für
sich), estamos queriendo decir que vive separado de los demás y que vive él
mismo, que se relaciona de una forma explícita consigo mismo, que vive
conscientemente su propia vida. Para Hegel, este doble sentido tiene una
significación fundamental, en la medida en que la metafísica moderna pone ante
todo la mismidad —esto es, la subjetividad— como esencia del solipsismo (Vereinzelung),
algo, que en este caso, se refiere
solo al estar separado. Las relaciones únicamente son posibles entrerelata independientes.
Realizamos, así, una distinción entre lo esencial y lo inesencial, con lo que
reprimimos la problemática. Decimos que, en la medida en que un ente es él
mismo, entra en relaciones, es un núcleo de una multiplicidad de relaciones con
otros entes. Distinguimos entre el ser-para-sí y el ser-en-relación-con-otro,
los consideramos dos cosas distintas.
Hegel comienza la exposición de la historia dialéctica de la
autoconciencia con la decidida contraposición de las dos figuras de la
autoconciencia, la que está apegada al mundo y la que se contrapone a él. La
autoconciencia quiere producirse, es avidez de sí misma y es, por otro lado, el
ímpetu de aniquilar el objeto al que está atado el yo aturdido por el objeto.
Esta apetencia de llegar a ser uno mismo podría satisfacerse en la superación
de la figura de la conciencia cautiva del objeto. Hegel da primero un concepto previo (Vorbegriff).
De él derivamos tres elementos: 1. La autoconciencia es, según su estructura
formal, la unidad de los diferenciados yo y «me» (mich); yo me sé a mí
mismo; en el saber de sí yo soy objeto para mí mismo; me tengo diferenciado de
mí mismo y con todo me sé uno en este estar diferenciado; 2. La autoconciencia,
cuando no la tomamos meramente según la estructura formal que podemos prever
inmediatamente en la conciencia dada del yo, no es algo dado; no está siempre
ya como algo existente ante los ojos, sino que ha surgido como el resultado del
largo camino dialéctico de pensamiento en el que se ha pensado hasta el final
el objeto, la cosa. La autoconciencia solo surge en la experiencia ontológica
de la infinitud. La unidad de la autoconciencia verdadera ha de conseguirse a
través de la lucha, en la lucha mutua de las figuras autónomas de la
conciencia. La disputa de esta pugna es la historia de la autoconciencia. El
hecho de que la autoconciencia se divida esencialmente en dos figuras
fundamentales quiere decir que la unidad de la autoconciencia contiene una
duplicidad interna.En el símil de las dos personas, Hegel concibe la relación
de las dos figuras fundamentales de la autoconciencia: el mero saber de sí
mismo y el hallarse cautivado en la entrega al objeto. Las personas no son, sin
más, las unas para las otras como si fueran meras cosas. Tienen, en cada caso,
en sí mismas, su mutuo ser-la-una-para-la-otra. No se limitan a ser la una para
la otra, sino que también se relacionan con su relación mutua. Una persona es
en la medida en que se sabe reconocida por la otra. La autoconciencia de la
persona es el reconocimiento mutuo a través de los otros, las dos «se reconocen
como reconociéndose mutuamente».
Una de estas figuras es la autoconciencia independiente,(el señor) que solo es para sí, la otra es la conciencia sujeta,(el siervo) a la cual lo verdadero sigue siéndole exterior y que está encadenada al objeto. el señor es el poder independiente, que se afirma en la negación de todo lo demás; en este negar gana su puro ser-para-sí. A través del siervo es como el señor se relaciona con lo que, en realidad, ha negado. Hegel simboliza esto mediante el goce. El goce es la amortización, la anulación, la aniquilación del ente ajeno.
Una de estas figuras es la autoconciencia independiente,(el señor) que solo es para sí, la otra es la conciencia sujeta,(el siervo) a la cual lo verdadero sigue siéndole exterior y que está encadenada al objeto. el señor es el poder independiente, que se afirma en la negación de todo lo demás; en este negar gana su puro ser-para-sí. A través del siervo es como el señor se relaciona con lo que, en realidad, ha negado. Hegel simboliza esto mediante el goce. El goce es la amortización, la anulación, la aniquilación del ente ajeno.
Quinto momento. En Hegel, todo
está en movimiento, en flujo. Se refiere al plan estructural de la facultad
cognoscitiva de Kant fluidificándolo, «licuándolo», y poniendo un movimiento en
el lugar de la arquitectura. La Fenomenología del espíritu tiene,
según el índice, las siguientes partes: «A. Conciencia», «B. Autoconciencia» y
la no titulada sección «C», que se divide en cuatro subtítulos: «Razón», «El
espíritu», «La religión», «El saber absoluto». La primera subsección de la
tercera sección «C» es lo que constituye el proyecto y tema de nuestro intento
de interpretación.
Fink dice que, para Hegel,
la «razón» es una figura determinada de la comprensión del ser, una estación en
la historia dialéctica que acontece como «Fenomenología del espíritu».
La razón es, para Hegel, algo distinto a una determinada
dotación del hombre, algo distinto al mero talento de la inteligencia. Con el
concepto de una capacidad no llegamos tampoco al concepto hegeliano de razón.
La capacidad de ver, por ejemplo, no tiene como tal ningún contenido
determinado.
La certeza y la verdad de la razón conciernen al problema de
cómo, en la situación de la comprensión del ser correspondiente a la razón, es
sabido el ser, y cómo lo sabido, el saber y quien sabe «es», en qué grado de
potencia de ser se encuentra.
En Hegel, el punto de vista de la razón no lo alcanza el
pensar en una aprehensión y descripción de fenómenos disponibles, ni en una
objetivación intencional de las cosas para la conciencia representante. Más
bien, lo alcanza en la destrucción y disolución de los pensamientos no desarrollados
sobre el ser, que sostienen y gobiernan en su conjunto el percatarse sensible,
la aprehensión de las cosas singulares y el pensar del entendimiento que separa
entre fenómeno (Erscheinung) y cosa en sí.
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