Ni duda cabe
que las cosas serían muy distintas si en la liga española se jugara bajo reglas
equitativas que promovieran la paridad ysi esto fuera así probablemente el Real
Madrid tendría muchísimos menos trofeos que los que ha comprado con esa
cantidad exultante de dinero. Vamos, nadie puede negar que la prepotencia
intrínseca a los procedimientos de equipos poderosos termina jodiendo el
espectáculo. Y aunque tenga ciento de millones de seguidores, la escuadra
merengue, cuando menos a mí, y seguramente a todos aquellos que sean hinchas de
equipos con tradiciones honorables, repudiamos por la sencilla razón de que
consiguen ganar a base de euros. De ahí que la liga aburra horrores. Es cierto
que hoy en día hablar de un jugador que ame los colores de una camiseta suena
ridículo e incluso podría considerarse soso, pero, a fin de cuentas, un club de
fútbol debería representar los valores de la ciudad o región de la que forma
parte. Real Madrid desde sus orígenes ha sido vinculado a los altos mandos, de
hecho, Franco y el color merengue fueron uno solo durante mucho tiempo. De ello
se habla en la novela Aquellos días inolvidables escrita por el bilbaíno Ramiro
Pinilla. Al empezar la lectura lo primero de lo que uno se da cuenta es del
valor de un club cuando éste sigue los principios de los fundadores y pese a
enfrentar adversidades, consigue trofeos. Es sabido que en la mayoría de los
países hay equipos emblemáticos que pueden tener pocas copas en sus vitrinas y
sin embargo superar en fanaticada a los más poderosos. Me vienen a la mente el
Racing de Avellaneda, Rosario Central, Huracán de Argentina, en México están
los Pumas de la UNAM, las Chivas del Guadalajara; en Italia el Napoli, Torino,
Roma; en Inglaterra Tottenham, Arsenal, Liverpool; y en España el Bilbao, el
Atlético de Madrid, Betis, Sevilla, Valencia. A lo mejor se me escapa alguno
pero en esencia reconozco esos clubs como equipos que pese a todo continúan
siendo grandes más allá de los títulos que logran. Claro, los aficionados, casi
siempre, apoyan al equipo ganador y siguen a las figuras sin importar que estas
sean verdaderas fichitas. Pues bien, Ramiro Pinilla nos cuenta la historia de
un muchacho que asistía junto a su padre a ver los partidos del Bilbao cuando
estaba en el poder el tal Franco y los españoles, especialmente aquellos
alejados de Madrid, veían en el éxito de su equipo la única manera de darle una
cachetada al poder establecido, por eso era tan importante ganar la Copa del
Rey, lo que más gusto les daba es que Franco se las tuviera que entregar. El
hombre que llevaba a su hijo como tantos otros, se llama Cecilio y el pequeñín
que asistió al San Mamés es Souto Menaya. Al crecer el niño se
transformaría en un habilidoso delantero y sería contratado por el equipo de
sus amores. Souto hubiera preferido jugar sin cobrar ni una peseta, consideraba
absurdo recibir un pago por ponerse la camiseta del Bilbao. Cuando firmó el
contrato parecía que todo iría de rosas, entrenaba con el primer equipo y tenía
planes para casarse con una linda lecherita que pasaba todas las mañanas con un
burra a dejarle leche a su casa. El primer torneo se la pasaría calentando el
banco. Su oportunidad legaría en la gran final de la Copa del Rey contra el
Real Madrid. Un partido ríspido, con pocas oportunidades y que culminaría con
un gol que él anotó de chiripa. La polémica se armó porque hubo quienes
consideraron que lo anotó con la mano, y como ninguna de las fotos demostró
nada en concreto, esa cuestión quedó en el aire. Luego, en un partido de la
liga siguiente, un defensa le destrozó la pierna a Souto terminándole así la
carrera. Con apenas dos partidos como profesional tuvo que alejarse de las
canchas y es allí cuando Souto mostró el lado menos favorecedor de su
personalidad bilbaína. Hosco como pocos, se recluyó en sí mismo y a los demás
los alejó, incluida la novia. Para encontrar un nuevo trabajo tuvo que esperar
mucho tiempo. Lo halló en el negocio de las estampillas o cromos, algo que no
requería de que estuviera de pie y podía hacerlo él mismo en su propia casa. En
cuanto a la estilística narrativa, diré que es simple, concreta, nada
sobresaliente, párrafos cortos y diálogos en los que casi siempre hay una
referencia a los leones del Athletic de Bilbao. A decir verdad me ha
parecido una novela sencilla, sin mayores alcances, una lectura para los que
conocen la historia del club y para quienes son seguidores de ella.
Aquella edad inolvidable
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Valoración/ Puntaje
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Estilo/recursos
literarios
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7
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Argumento/ Inicio
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8
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Desarrollo
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6
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Desenlace
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7
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Puntuación
total
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7
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Clasificación
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Apenas
publicable
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Pésimo
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Apenas publicable
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Recomendable
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Inolvidable
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Indispensable
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5 a 6
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6.1 a7
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7.1
a 8
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8.1
a 9
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9.1
a 10
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