Disecado — Mario Bellatin





Me topé con este libro por casualidad, fui atraído la portada y la sinopsis, como muchas veces sucede fui victima de una cara bonita.
Primero debería decir que yo esperaba una reflexión mucho más elaborada, filosófica  literaria y de alguna forma existencialista,  cuando en realidad apenas es una breve muestra de travesía literaria, que en algunas paginas si logra cierta magia pero en la mayoría resulta sosa, relajada y pretenciosa.
De Mario Bellatin es el primer libro que leo, quizás me tope con el equivocado, si lo digo es por lo que he investigado y además el mismo autor hace referencia varias veces, tiene una novela que le ha traído muchos adeptos, la de Salón de belleza. Puede que la lea y en ese entonces valga un poquito más el dinero que gaste comprando el libro Disecado.
Este libro seguramente va dirigido a los lectores fieles de Bellatin, de ser así, alguno podrá decirme que es valiosa la lectura de Disecado por que nos narra algunos aspectos de la creación de la novela Salón de Belleza, y Damas Chinas. 
Tal vez si este mismo libro lo hubiera escrito Diego Vasallo o Marco Antonio de la Parra opinaría distinto pues  tengo conocimiento de sus trabajos, y cualquier cosa de ellos me entusiasma, claro, se hace más difícil juzgar por lo mismo , ya que admiro el trabajo de  ellos. Entonces si alguien siente simpatía por los libros anteriores de Bellatin, es probable le suceda algo parecido.
La vida del autor suena interesante, y de hecho le dota de cierto aire comercial, no es que crea lo utiliza para vender su obra pero creo que le funciona. Mario Bellatin nació sin un brazo y desde niño le obligaron a usar una prótesis, lo cuenta en este libro.
Tampoco estoy diciendo sea pésimo el libro, ya que en algunos momentos si me pareció aceptable, y como tengo la costumbre de terminar los libros aun si no son lo que esperaba, termine de leer éste en unas dos horas.
Me quedé con la opinión de que era mediana su técnica literaria, pero al parecer el autor tiene un libro/guía  de creación literaria, en lo personal, no entraría a un taller literario con él. De que es un hombre leído  no lo dudo, es también probable yo no sea nadie para criticarlo, pero recuerden el objetivo de hacer estos reviews es para compartirlos con los lectores, somos quienes compramos los libros y debemos pedirle a las editoriales publiquen autores que sean innovadores,  que nos den conocimiento y si es posible nos consigan trasladar a una lectura enriquecedora. Se queda corto Bellatin en Disecado de lo que busco leer en un libro, pues ni como ensayo me parece digno de ser publicado y más aun en un editorial que me gusta tanto como Sexto Piso y con tan bonita portada.
Cuando lea su novela Salón de Belleza, seguramente sea distinta mi valoración del dinero invertido y quizas cambie de opinión  ya que lo poco que conozco de la trama me suena bastante original, además que Bellatin como autor me intriga, creo podía darnos más, y si no se lo exige la editorial los lectores insaciables debemos hacerlo.
Lo califico con un 7 en estilo y  4 en originalidad.

Estilo  7

Contenido  4






Me pareció curioso que a¿ Mi Yo? se le ocurriera mencionar, en estas circunstan­cias, a los canarios que el niño del cine logró es­tandarizar como los que actualmente conocemos. Seguramente no era verdad lo que me estaba infor­mando ¿Mi Yo? en ese momento. Sólo entonces advertí que había estado tomando como ciertas todas las cosas que escuchaba mientras me hallaba acostado  con la figura de un anciano Mario Bellatin sentado a mi lado, durante un tiempo que ahora me seria imposible de calcular. No tenia por qué ha­blarme ese escritor de canarios ni de niños destru­yendo una sala de cine. Yo estaba seguro de que su tema real eran los peces. De otra manera no habría colocado tantos en su libro Salón de belleza. X Yo, en la época en que me aficione a la lectura de sus libros, conocía una de las historias que él mismo inventó para describir cómo escribió esa obra. Aquel relato lo realizó en el tiempo en que terminaba de redactar el texto Damas chinas. En ese entonces empezó a frecuentar su casa un amigo que al mismo tiempo que estudiaba filosofía acostumbraba tra­vestirse en las noches. Ese hallazgo, el de un filósofo travestí  le pareció lo suficientemente peculiar como para dedicar tardes enteras a escucharlo para que le contara no sólo de sus peripecias nocturnas sino de cómo aplicaba en la vida cotidiana sus conocimien­tos de Nietzsche o Kant, de quienes era devoto. 

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