Eloy Fernández Porta. Eros. La superproducción de los afectos.




El ensayo como sátira de lo absurdo o, cuando menos un remedo de análisis a supuestos transversales, puede igualmente ser vista como esa reflexión sobre sucesos actuales, asimismo, habrá quienes la contemplen como una profética habladuría de lo que pudiera suceder. De ahí que, en lo que se deja leer del libro, están anotadas varias descripciones de los distintos modelos de sujeto de la época reciente, y de las cualidades presuntamente asignadas. Los temas que toca el autor, tienen que ver y mucho con la cultura pop, ejemplos intrascendentes que terminan por cansar, algunas de esas referencias pueden tener algo de valor, sin embargo, considero que muy poco se puede rescatar.
Dentro de algunos buenos aportes, me ha gustado cuando habla de  la politización del amor y su biopolitización. Recurre a la enunciación de la censura como objeto de producción mercantil.
A finales de 2009 el grupo de techno industrial Rammstein editó su nuevo disco,  en cuya portada aparecen los músicos del grupo despedazando a una mujer, servida en una mesa, junto con otras viandas. Esa fotografía combina varias imágenes en un patchwork visual: por una parte, La lección de anatomía de Rembrandt, que incide en la dimensión analítica-anatómica; por otra, El cocinero, el ladrón, la mujer y su amante de Peter Greenaway, ese clásico reciente del sadismo (pág .35)
Fernández, valora que la prohibición funciona como un modo de probidad, teniendo la figura de cómplice entre productor y  consumidor, e incluso entre censor y espectador por medio de la estética de la abyección.
En algunas páginas se habla de un esquema narrativo de los Superhéroes, dominante tanto en los cómics como en el cine. Suplantando "autores de un futuro" de modo que los usa so pretexto de ironizar la secuencia de actitudes y gustos actuales, pongo de ejemplo lo que dice acerca de los susodichos superhéroes:

     Motivo recurrente de choteo y cuchufleta, estos rasgos eran, no obstante, valorados por la minoría, que al parecer concebía esa carencia de cualidades como un refinamiento «psíquico» sólo comprensible por algunos iniciados. Ésa es la cualidad «psicológica» de Person Man, de la cual carecen los otros Manes que la época conoció. Estos rasgos «de mentalidad», con ser importantes, serían insuficientes de no ir acompañados por un conjunto de atributos físicos. En este punto también Person Man se comportaba de manera misteriosa y contradictoria. Por una parte, los Person Man solían decir que la apariencia física no contaba en absoluto, y que sus no-cualidades se expresaban mejor por medio de una no-elaboración del aspecto físico, que un poeta denominó «torpe aliño indumentario», en un sentido contrario al que tenían los otros Manes —nótese que en la descripción precedente Person Man es el único que carece de forma-".(pag 70)
De cualquiera de estas palabras, ¿qué podemos obtener?, no sé, honestamente tampoco su humor logra ser osado.Otro ejemplo lo tenemos unos momentos después, cuando habla de la fealdad como catalizador de éxito para algunas actrices y con la cual pueden obtener legitimidad en su profesión. Alude que eso es un síntoma inequívoco, luego pone de ejemplo a Nicole Kidmad y a Charlize Theron, que siendo bellas nadie en Hollywood las respetaba y tuvieron que volverse feas, más bien, interpretar a mujeres feas, para lograr ser reconocidas por sus dotes de actriz. Fernández Porto lo dice con otras palabras:
      La obesidad considerada como desobediencia implícita al imperativo de delgadez de la época, a la vez que es un índice suficiente de Valores. Esto queda ejemplificado por la cadena de ropa italiana llamada «Persona», especializada en tallas grandes, muy grandes y elefantinas. Aunque la doctrina personalista no llega al extremo de postular una relación directa entre grasa corporal y Valores, sí suele presuponer que el Valor cunde en la grasa, como se comprueba en el caso de las mujeres orondas, que solían ser consideradas un depósito de «valores humanos» —simpatía, afabilidad, humor, etc. —. Esta cualidad las hacía más atractivas desde el punto de vista sentimental lo que explica que les costara mucho menos entablar relaciones con hombres que a las delgadas, porque los hombres percibían su condición física como un índice de Valores incluida la capacidad para «desesperarse».
  Más adelante parece ponerse serio, y escribe acerca  del sensacionalismo republicano;  la biopolítica underground, de la convención a la excentricidad, del Consenso sobre el Deseo al canalleo polimorfo y transgénero. Y dice que los telediarios imponen una sensología, una respuesta codificada a los acontecimientos locales e internacionales, y dictan normas sentimiento al respecto (pág. 236). El problema es que entre las figurativas concepciones de la teoría de emociones compra-venta del capitalismo en momentos donde las relaciones de pareja tienen "donaire gruyére" las secuencias enumerativas irrisibles y simplonas de su análisis, a mi parecer, no ameritan un premio como el que ha ganado. 
          Sintetizando, un libro de regular a malo.




Comentarios